miércoles, 27 de octubre de 2010

Festejos. En el mero día, pero con retraso.

Radio-patito retoma sus transmisiones después de un parón obligado por las circunstancias -onomástica, pues-, y a continuación publica una carta a la directora, recibida por el más fiel de sus ¿blog-escuchas? Lo que sea...
Octubre 25, 2010
Lula querida,
Qué gusto tan grande, tan intenso, volverte a ver después de tanto tiempo. Me alegra especialmente que ahora se cumple una fecha tan, pero tan señalada, ¡mira que cumplir medio siglo!
Perdón, no quería abochornarte. O sacarte de onda, gran frase ésta, como pocas que surgieron en tu niñez y que hoy día se siguen usando casi con la misma frescura... Y qué vida ¿verdad, mi estimada? Qué vida esta… porque siempre serán más las cosas que no quieras o no puedas contar que aquellas que servirían para llenar tomos y tomos, intentando por todos los medios usar seudónimos, figuras retóricas y demás trucos para que el personal no se entere de que: a) vas a balconearlos, b) vas a balconearte, y c) las dos cosas. De aquellos días de televisión del tamaño de una consola, de baño maría en lugar de microondas y ropa arrugada rociada a mano vil, planchando con un total de… una sola temperatura; a estos días de pantallas led, lcd o plasma –que yo tampoco me entero de lo que son, ya ves-, aparatos para picar, moler, amasar, ¡computadoras! ¿Te acuerdas que siempre se perdía la pesa de la olla express? Mejor, que tú le tenías terrorcito… ¿y que conociste las bondades de una aspiradora hasta entrados los años ochenta?
Tú viviste el furor de la minifalda cuando todavía no tenías nada que lucir ¿a que no te imaginabas que la vida te regalaría unas piernas así de largas? Para cuando las criaturas de este siglo se ponen los hoy ‘super modernos’ pantalones a la cadera, tú ya los habías portado con orgullo ingenuo, con patas de elefante tan anchas que más bien parecían faldones, y envidiando que Griss tuviera tantos y tan bonitos.
No, no pienses que era malo envidiar. Envidiabas porque no era tuyo, o porque nunca lo sería. Y eso tiende a ser natural, porque también envidias las alas o las braquias, por muy poco guapas que te parezcan: y, siempre llegaba tu cumpleaños ¡el gran evento! Y ahí tu amá te compraba lo que quisieras, y te daban muchos regalos y éso. Más Navidad y Reyes, hasta que, claro, fueron balconeados. ‘Tons ya no tenía chiste.
En tu día han estado presentes y ausentes por igual, ya ves, la vida es quien decide; me gusta que lo tengas asumido y que hayas decidido, al fin, que hay que tratar a cada día como ambos se merecen, él y tú: que las angustias saben bien con tequila y los orgasmos… pues también. ¡Porque has amado mucho, oye! Loca, irresponsable, irremediable, interminable, intermitente, agobiada, diferente, completamente. Y no te quejarás de que no te hayan querido, que has tenido entre tus brazos sueños con acento alemán, con infinita paciencia, con alegría infantil, con la certeza de la primera vez de muchas cosas. Nada que te quitara el sueño lo suficiente, nada para película en blanco y negro con Bogart. Pero siempre habrá un brindis para ellos.
Porque en tu cumpleaños brindas, que siempre lo he sabido, porque las personas que necesitas casi tanto como respirar sigan a tu lado: el apá, el invencible pilar de toda tu vida adulta, los hermanos carnales ¡los reyes de tu corazoncito! Tu hermanote ¿se acordará de la foto titulada “Uf!”? Y aquella vez emocionante, con el Auditorio Nacional hasta los topes, teniendo que salir en silencio que el trabajo te reclamaba mientras el personal babeaba y tu hermanito se amarraba a una escoba y volaba lejos?¿Y es que existe una persona con la que cada salida, ya fuera al mercadito, a escuchar temitas o al megaevento no fuera sino divertida, entrañable e inolvidable? ¡Sí, tu hermanita! Lástima que te perdieras su viaje de regreso de luna de miel ¡habría estado de risa loca y no de pánico, lo sé!
Y los postizos, que fueron elegidos sin que tú te dieras cuenta porque, como dice aquél que dijo, tiene que haber de todo en este mundo: gente generosa, llena de luz y de devoción que te aceptan sin chistar con tus manías, tus paranoias, tus fantasías y tus decisiones, las en serio y las desequilibradas. Porque no tuviste voz ni voto en el día que se hizo noche, y brindas como siempre, en silencio, como si a través de la mente fuera posible conectar con ella y decirle que ya es otro año más, otro, y que es alucinante que ella no se haya perdido de nada y que todo, batacazos incluidos, ha valido la pena.
Ahora mismo te estoy abrazando: estás cumpliendo no un año más, sino varios años después de pensar que nunca conocerías a ésa persona que transformaría todo tu ser; o que nunca tendrías un trabajo tan estupendo, que te llenara tanto y, bueno, sí, con poco sueldo –a ver si encima ibas a ser tan exigente-; que nunca serías la actriz secundaria en un parto.
Me alegro mucho por ti. Me alegra que aunque sea una vez en tu vida hayas escrito un hijo, plantado un libro y tenido un árbol, y que hayas visto jugar a Pelé y a Maradona, que hayas comprado tu primer coche y tenido unos ovarios que sirvieron mientras sirvieron. Que hayas visto a Neil Armstrong y comprado todos esos discos de Neil Diamond. Que te hayas subido por primera vez a un avión con tu gordo; que hayas vivido las bodas de tu hermanote y tu hermanita como de los más grandes eventos de toda tu vida; me alegra que puedas disfrutar, sin distancia que valga, de la amistad de tanta gente que te ha acompañado en tantas andanzas, obras de teatro para los niños, conciertos maravillosos, viajes alucinantes, lágrimas de pérdida y de orgullo…
Ojalá te pudiera decir cuántos más vas a cumplir, pero yo mismo no lo sé: en realidad, sólo tengo la certeza de que, si te toca, aquí estaré en 2011 como siempre, muy probablemente recordando más y más cosas y tratando de unirlas en un todo, labor bastante improbable de completar por cuanto no se puede resumir ese tiempo sin matar por aburrimiento al personal, es posible que tú incluida.
Vete a festejar, pues, como lo has decidido en este año: brinda como lo has venido haciendo el último titipuchal de años y cómprate algo muy bonito. Yo es que creo que la vida sí cumple lo que promete, es sólo que a veces no nos acomoda lo que nos da.
Que el día 26 empieza otra cuenta atrás..
Con mucho cariño,
Tu Cumpleaños.

viernes, 15 de octubre de 2010

Festejos -entre la 2 y la 3. Toledo

Una de las muchísimas ventajas de ir cumpliendo años, es que puedes hacer realidad cualquier cantidad de oscuros deseos: siempre se puede achacar a la edad que te salgan barbaridades vocales, incluso ruidos extraños, y te puedes dar el lujo de pasar olímpicamente del personal si tu atuendo te gusta a ti y sólo a ti. Que sí, que hay quien lo hace desde siempre, pero yo no fui de ésas, qué le vamos a hacer. ¿Que no combina? Y qué. ¿Que suena ligeramente antiguo? Y qué-y qué.
Sé que no puedes evitar la multa por exceso de velocidad alegando que si no llegas pronto igual se te olvida adónde carambas ibas, pero una, con irreverente nueva edad, puede intentarlo, aunque a ver si la respuesta es una ida sin escalas al centro de salud en lugar de al destino final. Y que Memorias de una Pulga pudiera no ser considerado como lectura ligera, pero ahí el truco es que nadie te cache. O si sientes que no tienes la condición física, pero decides que sí te puedes pegar una paliza andando todo un día por un lugar hermoso, pues bienvenidos sean los dolores musculares, agujetas por aquí.
Y otra cosa emocionante es que veas a las amigas que no tienes cerca, aunque sea un ratito, y puedas fungir de guía turística... para las dos.
Me explico: vivo en las Europas ¿no? De perdida tendría que conocer lo más básico ¿no? Debería poder recitar casi de memoria nombres y lugares de este país ¿no? Pos no, pa'qué más que la verdad. Allá en el siglo pasado, mi suegra me llevó a pasear a pie -y bueno, es que de otra manera no se puede- a Toledo, enseñándome lo que no se ve en rutas turísticas y abriéndome los ojos a sus historias de cuando la guerra; luego, cada cuenta-gotas vez que me caía alguien de las Américas, era visita obligada: dado lo pequeño del pueblo, lo lógico era no sólo no perderse, sino hacerlo con los ojos cerrados.
Oh, jaja, jajajojojojojajaja, jajajajojojojajajajaaaaaaaaa
Pero esta última visita salió muy bien, requete bien, de hecho. Resulta que Emi viene de primera vez, se pasa dos semanas locas visitando los más países posibles, caminando horas y babeando más, y me dedica a mí un día, para que nos vayamos como dos adolescentes con mochila a perdernos. Y le apetecía un montón Toledo, lugar de este hermoso país donde el pan de los hot dogs viene cerrado y el bimbo se vende sin orilla.
Gracias por tu paciencia, amiga: mira que ofrecerte el paseo en coche y luego aparecer sin él -las llantas rompieron su romance con la carretera... pero valió la pena probar el Alta Velocidad ¿no? Y luego todas mis lagunas... ¡Si es que parecía que hasta me lo habían cambiado de lugar el dichoso Toledo! Gracias a los dioses es pequeño, circular y está en alto, de modo que sólo era cosa de caminar para arriba como burros con carga, y luego bajar cuidando la velocidad, no fuera que agarráramos carrera y termináramos haciendo chuza contra algo o alguien. Las calles son tan angostas, tan angostas, que se camina más seguro uno detrás del otro para no sentir que tenemos que torear a los coches, aunque en realidad están en mayoría estacionados que circulando. Todo es empedrado, calles y la mayoría de las casas y si subes la mirada te saludan balcones de madera y cristal y tiestos con flores de un rojo tan intenso que parecen pintadas a mano.
Ahí sentadas en la Plaza de Zocodover (es que tenía que escribirlo, me encanta cómo suena), reviviendo tiempos no tan lejanos pero sí con telarañas, estuvimos poniéndonos al día hasta que la garganta pidió auxilio y no a gritos; riendo como locas con montones de recuerdos de épocas en que los hijos eran ni más ni menos que éso, hijos -que ahora son entes independientes cuya suprema inteligencia e intuición nos hacen ver constantemente lo ignorantes e inútiles que somos sus madres; ¡si hasta el día estuvo radiante, a ver! Primero metidas en un Museo del Ejército, muy guapo sí, muchas espadas y armaduras y pelucas, pero fuera se estaba mejor, con permiso. ¿Cuánto caminamos? Horas: favor de recordar que Toledo se compone, o eso parece cuando llegas, de pequeñas cuestas y callejones, y cuando ya llevas un rato, todo parecen subidas tipo el Everest. Y también nos emocionamos: favor de recordar que nuestra amistad inició como las clásicas madres de escuelita privada cuyos hijos están en el mismo salón (que luego saliéramos consuegras a esa temprana edad sólo le vino a dar más sabor al caldo). Intercambiamos nuevas opiniones -que no crecemos en vano, no, que nuestras vidas han ido un poco como Toledo, para arriba y para abajo. Ahhh, y nos sorprendimos la una a la otra, primero porque compartimos vitalidad, luego porque tenemos muchas ganas de hacer muchas cosas. ¡Qué bien viene eso cuando estamos de festejos de este lado del charco!
Lamento que no lo esté pasando bien con respecto a las otras. Yo he sentido eso en mis carnes (ya, bueno, se acaban de reír y sigo; es que es una expresión que también me gusta usar, charros) y es más bien feo. A nadie le gusta sentirse separado de un grupo al que quiere entrañablemente, y más si las razones ni siquiera son muy claras, o no tienen nada que ver con una. Y no se vale decir que las cosas son como son, o que ya pasará, o que para todo tiene que haber una razón: el sentimiento es ése, y no se quita como apagando un botón. Yo sólo espero que la cosa mejore, que se metan en el baúl las malas vibras y que todo se retome de la mejor manera.
Mientras, espero que se lleve en la memoria (ambas cabeza y cámara de fotos, of course) un recuerdo especial como el que a mí me ha dejado. Porque todas las visitas son distintas, el lazo que nos une porque hablamos con el mismo acento, o decimos las mismas babosadas, se matiza y profundiza porque compartimos cosas y gente, pero cada quien tiene su lugar. En esta ocasión, solemne por los festejos quincua..narios, o como se diga, le tocó a Emi.
Seguimos de celebración. Aquí nada más consta en actas.

lunes, 11 de octubre de 2010

Festejos, parte 2

Las opciones de celebrar tan dichoso acontecimiento empezaron a reducirse cada vez más y más, conforme avanzaban los meses y bajaban las finanzas, mira qué combinación más murphiana; pensé que podría cambiar de guardarropa, o de sofás (que a gritos lo piden ambos), y al final sólo voy a cambiar de aire, que no es moco de pavo, habida cuenta de que, aunque gratis hasta las puñaladas -mi apá dixit-, aquí directamente no había manera de conseguir cruzar ese pequeño charco de violín.
Aunque he estado meses preguntándome cómo iría a festejarlo, también confieso que me he preguntado cómo no lo fastidiaría, repasando mentalmente que no hace falta contarme las arrugas, vamos, ni las medidas, que despúes de todo aún sigo midendo 1,69, ¿no? Pues ya con eso. Luego: aquí no es lo mismo. Aquí no se va a Sanborns por un pastel ya fuera encargado o en el último minuto, aquí se va al Corte Inglés y se deja de señal un riñón; mi ambiente es de pocas –buenas, muy buenas- amigas pero no de las que se van a la fiesta y dejan al marido y a los chamacos que se hagan bolas solitos, y para qué me hago la loca: me hace falta la familia, toda ella, la consanguínea y la postiza. Así que se me ocurrió simplemente empezar otra decena respirando los grises aires londinenses, comprándome una taza que diga “I-corazón-London” y un llavero, y regalándome la cara de mi hija cuando se empiece a comprar cosita tras cosita… en los mercadillos, que de Harrod’s sólo veremos escaparates.
Me voy a dar otro tipo de regalos, supongo: en estos momentos en que un curriculum en mis manos vale menos que un billete con Cuauhtémoc, quisiera sentir que llegan las horas en que las decisiones más trascendentales tengan que ver algo más que con el número de días que me tardo en cambiar las toallas en casa; como que decir ‘no, gracias, no me apetece’ o ‘no, gracias, en otra ocasión’ no conlleven sentimiento de culpa… ¡que no es muy seguido, aclaro! Decidir, con plena conciencia, que aunque sigan habiendo piedras en el camino, baches, hoyos o banquetas malhechas, yo ya estaré más allá de todo eso, por la sencilla razón de que todos los trancazos ya me los he dado. Y tomando en cuenta que mis huesos ya avisan mejor del clima que los noticieros, espero y confío que me permitan seguir bailando las rolas de los ochenta que tanto me gustan, o hacer malabares nocturnos, o ponerme traje de baño sin sentir que me fugado del museo de Antropología.
Después de todos estos años disfrutando y presumiendo de vista de águila, naturalmente mis ojitos soñadores me avisan que se están empezando a cansar después de haber leído millones de revistas –desde Lágrimas y Risas hasta Cosmopolitan, pasando por Muy Interesante, Mad o la Pequeña lulú, además de cientos de repasos a las Selecciones de mediados del siglo pasado, oh, sí-, miles de libros, obligada en la escuela y fascinada en casa, encontrando al gurú Stephen King y acompañándole 42 obras después. Una vez leí que se puede vivir sin sexo, pero no sin gafas… ya veremos.
Sigo y seguiré temiendo a los avechuchos, a los animales que reptan tipo lombriz o culebra, o que brincan tipo saltamontes –que aquí hay ¡muchos! en primavera y verano-;y cumpliré los que cumplo y los que queden sin ver ésa escena de “El Exorcista” donde el chamuco pasa a ocupar al buen cura: simplemente no quiero verla, y por lo mismo no creo que pueda. Seguiré fantaseando, que es gratis; y seguiré prefiriendo unos buenos molletes con café a la más sibarita de las ensaladas. Una sesión de fuegos artificiales; noches de velas; desodorante de bolita; si es que da igual, eso ya no va a cambiar.
La temporada de festejos de Lula por cumplir un chingo de años ha empezado sin planear, trabajando con chamacos igual que hace varios lustros. Termina la veda.

jueves, 7 de octubre de 2010

Festejos, parte 1

Houston, no tenemos un problema. Empezamos la cuenta atrás y la mezcla de sensaciones tiene algo de normal, de obligada, de espontánea y de impredecible. Todo lo anterior, además, mezclado con una extraña alegría y la necesidad imperiosa de soltar lo que mi cerebro genera hora tras hora, de día y de noche. Me gusta mucho la idea de cumplir años. Y me gusta que sean 50. Pero también me deja un poco aterrada, por no decir alelada, a ver.

¿Por qué no iba a poder contabilizar lo bueno y lo malo? ¿Porque aburro al personal? Queda todo el mundo relevado de enterarse de mis desvaríos sin resentimientos; ¿o quizá porque pocos lo entenderían? Aplica el mismo principio de antes: o, como me hizo notar mi amiga González, porque empiezan y parece que nunca acaban. Pues más de lo mismo. Por alguna razón más bien animal, algo en mis tripas que no tiene nada que ver con estreñimiento o los dolores menstruales, me avisa que es hora de hacerlo, y es más, que hay que hacerlo; la razón o razones no quedan claras, y no tengo ganas de hurgar a ver si les hallo orden y concierto.

El concepto principalmente aplica como un flash, así de instantáneo pero bien intenso y en panavision, hacia aquellas memorables fiestas de cumpleaños con niños que no volví a ver y adultos con peinados de cubeta y corbatas delgaditas; o las mini-olimpiadas que nos montamos las de este lado contra las del otro lado de la 3 y que nosotras, las de 'este', les partimos su mandarina en gajos; que había mucho humo y mi amá nos sacó de la cama en plena noche; o cuando me avisó mi apá, a las altas de la madrugada, que 'ya nació, hija, ya nació'. El Topo bailando a Billy Preston... los muñequitos en columpios que había en casa de mi abues... el olor de mi Osi, su manta blanca con rayas azul claro, y mis lágrimas cuando la chacha lo tiró al tomarlo por trapo viejo; el día que la agria profesora de mecanografía me exhibió delante de mis compañeras porque yo tenía... ya no importa, sólo prometí que yo jamás trataría a nadie así; ahhh, los veintiunos, que cambiábamos por besos en lo oscuro, en lo lejos, y muchas, muchas veces en sueños porque el guapo jamás pondría sus guapos ojos en servidora... o el día que le dieron una pedrada en la frente a mi hermanote, y todos llorábamos como si lo mismo a nosotros, mientras mi amá llegaba, descalza y sofocada, a saber qué le dijeron que parecía viento caliente... ese día que la olla express redecoró la cocina en tono frijol bayo y a mí me metió un susto en el cuerpo que no se me quitó sino hasta hace bien poco... Javier 'el Güero' diciendo que la profesión de músico era para vagos -para luego forrarse de y con los garibaldis, cielos-; ¡las trenzas de Martha!; los domingos de arroz con mole en casa de la abue Lupe -arroz con un huevo y un tequila para mi abue Poncho-; a Jesús depilándome las cejas, escogiéndome la ropa, acompañándome a recibir mi diploma; la vez que hice coros ¡sí! Pero, ¿era Manhattan o Cherry?; y esas llamadas del apá: ¡Tacos! Y corriendo a la parada para luego visitar a Neo, o a las gorditas de frijoles del local de al lado... el Kabubi, el Chilaquil, el Topo y el Pomponio; la Burbuja; el Huevo y su hermana la Hueva; su primo Miguel el Vampiro; Cheji y el Porón; el Cambujo y el Sebas...

Que no es igual decir que he visto y he vivido cosas alucinantes. Y me da exactamente igual si opinan que las 15 temporadas de Urgencias no lo son, que a estas alturas de la película... Ahora, que si me pongo seria, las cosas saldrían a borbotones, verás: vi agonizar a mi abue, o cómo removían escombros de “El Cisne”; o cómo mis cosas, envueltas en cobijas, se quedaban en la puerta...este...¿me han seducido, o era esto lo que quería desde el principio?; pesadillas tras la última escena de Carrie -sí, sí, la manita ésa que sale de entre las piedras. O cuando quise sacar previa 'mordida' unas actas de nacimiento y luego tuve que huir, dar el auténtico esquinazo, al cretino que se quería cobrar a lo chino ¡si me siguió hasta mi casa, allá en Montiel! Auch, cuando el mayor de los Ornelas se rajó el brazo, contra una ventana: todos mirábamos como estúpidos la ventana rota y los pedacitos de carne y vidrio que quedaron colgados...

Recuerdo con precisión acalambrante el momento en me dijeron que me querían y era verdad, y cuando me dijeron que ya no me querían y también era verdad. Me pregunto si mis biógrafos recordarán esa peda monumental en Monterrey con Caifanes, porque yo la recuerdo bien clarita, y ¿por qué diablos iba a ser importante para mi memoria el día en que tuve mi primer CD en mis manos? Ni idea, pero es así. A ver, si la primera vez que me senté ante una pantalla de ordenador ¡no sabía ni encenderlo! Estuve fingiendo demencia durante varios días, tomando nota mental hasta que finalmente aprendí lo más básico. Por eso cuando me dieron las instrucciones de mi primera cuenta en hotmail -por supuesto, alguien la abrió por mí-, yo tomé nota concisa de todo, pero luego me dio vergüenza preguntar qué, en nombre de los dioses, era eso de hotmail...

Hoy me divido entre lo que quiero que viva mi heredera por ella misma y todo lo que le querría evitar: que le rompan el corazón, o algún hueso -y no, ya ven, dos se ha roto en su corta vida-; que no se sienta nunca desengañada, decepcionada, desesperada; que la vida, selectiva ella, la premie con todo lo bueno y dulce y completo que pueda haber. Y en cambio me sulfuro ante el área de desastre que es su recámara, olvidando por completo que la mía, en su tiempo, hacía que los bombardeos a Londres parecieran Chapultepec en domingo. No recuerdo mi primer día de trabajo, pero sí la emoción, durante 14 días, de que iba a ganar una millonada... misma que se evaporó el día 15, en más o menos 10 minutos, tras gastármelo todo en un león de peluche, lo único para lo que me alcanzó. Y el de ella, más su primer sueldo, se quedan indelebles en mi memoria.

Así es como una festeja, supongo. Ahora que hay tanto que recordar y plasmar... y sólo acaba de empezar. A ver lo que dura.