Houston, no tenemos un problema. Empezamos la cuenta atrás y la mezcla de sensaciones tiene algo de normal, de obligada, de espontánea y de impredecible. Todo lo anterior, además, mezclado con una extraña alegría y la necesidad imperiosa de soltar lo que mi cerebro genera hora tras hora, de día y de noche. Me gusta mucho la idea de cumplir años. Y me gusta que sean 50. Pero también me deja un poco aterrada, por no decir alelada, a ver.
¿Por qué no iba a poder contabilizar lo bueno y lo malo? ¿Porque aburro al personal? Queda todo el mundo relevado de enterarse de mis desvaríos sin resentimientos; ¿o quizá porque pocos lo entenderían? Aplica el mismo principio de antes: o, como me hizo notar mi amiga González, porque empiezan y parece que nunca acaban. Pues más de lo mismo. Por alguna razón más bien animal, algo en mis tripas que no tiene nada que ver con estreñimiento o los dolores menstruales, me avisa que es hora de hacerlo, y es más, que hay que hacerlo; la razón o razones no quedan claras, y no tengo ganas de hurgar a ver si les hallo orden y concierto.
El concepto principalmente aplica como un flash, así de instantáneo pero bien intenso y en panavision, hacia aquellas memorables fiestas de cumpleaños con niños que no volví a ver y adultos con peinados de cubeta y corbatas delgaditas; o las mini-olimpiadas que nos montamos las de este lado contra las del otro lado de la 3 y que nosotras, las de 'este', les partimos su mandarina en gajos; que había mucho humo y mi amá nos sacó de la cama en plena noche; o cuando me avisó mi apá, a las altas de la madrugada, que 'ya nació, hija, ya nació'. El Topo bailando a Billy Preston... los muñequitos en columpios que había en casa de mi abues... el olor de mi Osi, su manta blanca con rayas azul claro, y mis lágrimas cuando la chacha lo tiró al tomarlo por trapo viejo; el día que la agria profesora de mecanografía me exhibió delante de mis compañeras porque yo tenía... ya no importa, sólo prometí que yo jamás trataría a nadie así; ahhh, los veintiunos, que cambiábamos por besos en lo oscuro, en lo lejos, y muchas, muchas veces en sueños porque el guapo jamás pondría sus guapos ojos en servidora... o el día que le dieron una pedrada en la frente a mi hermanote, y todos llorábamos como si lo mismo a nosotros, mientras mi amá llegaba, descalza y sofocada, a saber qué le dijeron que parecía viento caliente... ese día que la olla express redecoró la cocina en tono frijol bayo y a mí me metió un susto en el cuerpo que no se me quitó sino hasta hace bien poco... Javier 'el Güero' diciendo que la profesión de músico era para vagos -para luego forrarse de y con los garibaldis, cielos-; ¡las trenzas de Martha!; los domingos de arroz con mole en casa de la abue Lupe -arroz con un huevo y un tequila para mi abue Poncho-; a Jesús depilándome las cejas, escogiéndome la ropa, acompañándome a recibir mi diploma; la vez que hice coros ¡sí! Pero, ¿era Manhattan o Cherry?; y esas llamadas del apá: ¡Tacos! Y corriendo a la parada para luego visitar a Neo, o a las gorditas de frijoles del local de al lado... el Kabubi, el Chilaquil, el Topo y el Pomponio; la Burbuja; el Huevo y su hermana la Hueva; su primo Miguel el Vampiro; Cheji y el Porón; el Cambujo y el Sebas...
Que no es igual decir que he visto y he vivido cosas alucinantes. Y me da exactamente igual si opinan que las 15 temporadas de Urgencias no lo son, que a estas alturas de la película... Ahora, que si me pongo seria, las cosas saldrían a borbotones, verás: vi agonizar a mi abue, o cómo removían escombros de “El Cisne”; o cómo mis cosas, envueltas en cobijas, se quedaban en la puerta...este...¿me han seducido, o era esto lo que quería desde el principio?; pesadillas tras la última escena de Carrie -sí, sí, la manita ésa que sale de entre las piedras. O cuando quise sacar previa 'mordida' unas actas de nacimiento y luego tuve que huir, dar el auténtico esquinazo, al cretino que se quería cobrar a lo chino ¡si me siguió hasta mi casa, allá en Montiel! Auch, cuando el mayor de los Ornelas se rajó el brazo, contra una ventana: todos mirábamos como estúpidos la ventana rota y los pedacitos de carne y vidrio que quedaron colgados...
Recuerdo con precisión acalambrante el momento en me dijeron que me querían y era verdad, y cuando me dijeron que ya no me querían y también era verdad. Me pregunto si mis biógrafos recordarán esa peda monumental en Monterrey con Caifanes, porque yo la recuerdo bien clarita, y ¿por qué diablos iba a ser importante para mi memoria el día en que tuve mi primer CD en mis manos? Ni idea, pero es así. A ver, si la primera vez que me senté ante una pantalla de ordenador ¡no sabía ni encenderlo! Estuve fingiendo demencia durante varios días, tomando nota mental hasta que finalmente aprendí lo más básico. Por eso cuando me dieron las instrucciones de mi primera cuenta en hotmail -por supuesto, alguien la abrió por mí-, yo tomé nota concisa de todo, pero luego me dio vergüenza preguntar qué, en nombre de los dioses, era eso de hotmail...
Hoy me divido entre lo que quiero que viva mi heredera por ella misma y todo lo que le querría evitar: que le rompan el corazón, o algún hueso -y no, ya ven, dos se ha roto en su corta vida-; que no se sienta nunca desengañada, decepcionada, desesperada; que la vida, selectiva ella, la premie con todo lo bueno y dulce y completo que pueda haber. Y en cambio me sulfuro ante el área de desastre que es su recámara, olvidando por completo que la mía, en su tiempo, hacía que los bombardeos a Londres parecieran Chapultepec en domingo. No recuerdo mi primer día de trabajo, pero sí la emoción, durante 14 días, de que iba a ganar una millonada... misma que se evaporó el día 15, en más o menos 10 minutos, tras gastármelo todo en un león de peluche, lo único para lo que me alcanzó. Y el de ella, más su primer sueldo, se quedan indelebles en mi memoria.
Así es como una festeja, supongo. Ahora que hay tanto que recordar y plasmar... y sólo acaba de empezar. A ver lo que dura.
jueves, 7 de octubre de 2010
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Feliz toston my friend!!!! y ahora la vida comienza!!!! un beso
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