lunes, 21 de febrero de 2011

Risoterapia.

Esta mañana, en pleno supermercado y mientras arrastraba una de esas canastillas rectangulares que se te vuelcan si agarras curvas muy rápido, mi mirada se cruzó con la de un bípedo de tan buen ver, pero de tan buen ver que hasta pensé que lo conocía... pero de la tele. Así que cuando me volví a confirmar mis sospechas, lo último que me imaginé es que también me estaba mirando fijamente, como si él también me conociera... pero no de la tele, claro. Me sonrió, le sonreí, nos sonreímos y yo me seguí de largo, no sin antes golpear con la bendita canastilla un mueble repleto de latas de atún (a 59 céntimos cada una, por cierto).
Muchas cosas he dejado de hacer, pero enchufarme la música mientras recorro los pasillos de un súper no es una (o bailar si la rola lo amerita, ésa tampoco); así que el tema quedó olvidado hasta que, subiendo la escalera mecánica hacia la salida, volteo y le veo venir en mi dirección. Primero pensé que era demasiado bajito, luego caí que yo iba subiendo y que así cualquiera, y mientras Howard Jones me recordaba que todo saldría más que bien por siempre jamás, el humano va y me alcanza ¡y va y me habla! ¿Qué me dijo? ¿En qué tono me lo dijo? Ni idea, con los audífonos a tope yo no oía gran cosa.
Quería invitarme un café. O sea. Favor de tomar en cuenta que eran las 3 de la tarde, que yo venía arrastrando el modelo menos sexy de carrito de la compra español y que personalmente yo no lucía, cómo diría, ni remotamente espectacular. Así que igual y me estaba confundiendo con alguien. Pensé hasta darle un autógrafo, si me lo pedía. Pero sólo quería tomar un café. Sí. Ya.
Grandes dudas de la humanidad se han resuelto en menos de cinco minutos, que era el tiempo que más o menos tenía antes de empezar mi rutina diaria, así que ¿por qué no 5 minutos? Cuando ambos viéramos que nos confundimos mutuamente, simplemente nos reiríamos mientras yo me daba un último taco de ojo. Morenazo de pelo crespo, con cara de modelo y algo de vello escapando por una camisa medio abierta, botines de piel de cocodrilo (o de chocodrilo, vaya usted a saber)... ¡si es que daba para media hora de taco!
Que en este hermoso país, donde puedes pedir tu burguer y acompañarla con una cerveza, también puedes pedir un café en prácticamente cualquier sitio: ahí, junto a la salida, pues. Cinco minutos. Y luego corriendo a casa, que mi marido y mi hija no se podían quedar sin la exclusiva... nos reímos tanto cuando pasan episodios así.
Pero nunca como éste, a ver. El protozoo traía las hormonas en juerga, y aprovechando el tirón de su físico (todo excepto la altura, ahí sí que no dio el alto) y su acento portugués (oh, sí, encima de todo), buscaba con desespero algo o alguien con quien apagar sus ansias de torero en la única noche que pasaría en Madrid, producto de su trabajo... como chófer de autobús de turistas. Buuu.

¿Y qué esperabas, hija mía, dijo mi conciencia atiborrada de descafeinado? ¿De verdad pensabas que él pensó que Salma Hayek andaba perdida en Rivas Vaciamadrid, con un carrito rojo con el mango reparado con cinta gris? Pensando así me daban espasmos de risa, que el muy idiota confundía con azoro y pendejez, yo tragándome el café en dos tragos y pasándome a despedir para reanudar mi camino hacia las obligaciones, regodeándome del placer, pero del de poderme carcajear a gusto recordando sus choros mareadores y placeros. ¿A vivir, que son dos días? Vamos, ni cuando tenía la edad de la punzada...
...See the picture: soltando piropo tras piropo en una mezcla de portugués y español, que si las manos, el pelo, los ojos, ¡los labios, por las patas de mi cama! ¡yo, que llegué tarde al reparto y que sólo me los encuentro cuando me pongo lápiz labial! Y culmina con un 'pero mira cómo me pones' para a continuación erguirse en su ¿1.65? ¿1,66? y mostrarme el mira cómo le pongo ¡es que un poquito de por favor! Me ha dado un ataque de risa tan hilarante, desparramado e interminable que casi me caigo del tropezón con el bendito carro ¡es que no podía parar! Y el tío venga a insistir, ¡hasta me dijo sus medidas, la madre que lo parió en Portugal!, que creyó que me daba un ataque de nervios mientras yo pugnaba por no llorar, y él hablaba y yo pensaba que parecía un humorista con tres endodoncias seguidas; de hecho, si se ofendió y me insultó ni me enteré. Cuando al fin pude recomponerme un poco, le miré sus hermosos ojos, teniendo para ello que bajar la mirada y le dije, entre hipos y falta de aire, que por el momento no ocupaba, que seguro que a la vuelta se encontraría a una un pelín más taruga que servidora... y que tankiu-bie.
Que sí, que creo en la risaterapia. Lo que no creo es en pagar por ella ¡si gratis es más sabrosa!

No hay comentarios:

Publicar un comentario