martes, 1 de marzo de 2011

Londres en febrero

Esto es un sentido y sencillo homenaje al padre, las madres y los alumnos que se armaron de un valor inconmensurable para irse de fin de semana con la teacher a Londres... y viven para contarlo.

1. Hay que conocer internet, de otra manera te toca bailar con el más feo.
Los augurios empezaron muy buenos, que el avión estaba barato y era cuestión de llevarse al alumnado casi casi mochilero; pero cuando eres inútil con internet, pues mal asunto... que buscar un paquete es labor endemoniada, porque cada 10 minutos nos cambiaba la oferta. De modo que lo que empezó como dos pesos (o euros, vamos a ver) se convirtió en 10 para cuando ya habían avanzado varios días, vamos, una pasada. Pedí ayuda a profesionales pero oh, sorpresa, tampoco era más económico: que si ésto sin transporte, que si aquello pero hospedados allá donde cristo perdió la voz de tanto llamar a sus fans, que los carburantes se habían subido hasta máximos históricos... terminamos sacándolo en paquete entre dos (¡los Carrero!) y aún así, haciéndolo simultáneamente que a la vez y together -mi apá dixit- nomás no conseguimos que costaran lo mismo. Pero nadie se rajó. Oh, no.

2. Aeropuertos, ay, aeropuertos.
Ya en ello, y revisando el clima -también por internet, of course-, supimos que haría un frío del carajo: a cargar con todo lo polar, pues. Y todo muy bien si llegas, facturas, te metes, te formas y te instalas en el avión. Pero cuando te dicen que tiene retraso de una hora y estás cociéndote en tu jugo, tapado por abrigos, suéteres, chamarras, bufandas, gorros y guantes ¿qué haces? Ir al baño a empezar el striptease... y esperar. Luego, ya instalado en tu asiento, decidir si pagarás por un par de buches de agua porque no se te ocurrió comprarlo antes, o aguantarse hasta llegar, que sólo son dos horas. Intentar dormir.
Cuando eres ciudadano europeo vas y te formas con los de tu especie, pasas tan sólo presentando tu identificación y nada de pasaporte... una, que lleva lo mexicano en la sangre y en los documentos, se forma aparte con los gringos y demás no europeizados y espera, espera, espera y espera....
Más de una hora, por las patas de mi cama.
Vengo de paseo. No, no vengo sola. Los demás son españoles. De Madrid, sí. Sólo dos días. A pasear, como dije antes. Sí, tengo marido. Español, sí. Él se quedó. Porque no quería venir. Soy maestra, ellos mis alumnos. Oh, hace mucho. Sus nombres están en esta lista, esta reserva que está a mi nombre, sabe. Hace mucho que nos conocemos, sí.
Madre mía.

3. Cuando el hospedaje puede ser como película de terror.
Oh, craso error en lo del hospedaje, que nunca tendrán un nivel elementalmente parecido al de este hermoso país, donde un dos estrellas se equipara una estancia bastante pancha... aquí aprovechan todos los centímetros cuadrados, y son capaces de meter dos camas, un mueble, un armario y hasta tener baño privado en un espacio no mayor que la cocina de una casa de obra social. Si tomamos en cuenta que era poco tiempo, y que sólo era un espacio para dormir y ducharse, pues mira, pasar brincando entre maletas y no poder estar más que uno a la vez en el baño no parecía gran detalle. Que luego no saliera mucha agua caliente, o que la alfombra de la habitación pareciera traída directamente del Egipto en conflicto, bueno... el desayuno hasta podría pasar por bueno, que no sólo era pan tostado y café ¡había leche, y jugo de naranja industrial, y cereales marca pato, y huevos preparados no sé cómo!

3. Aprovecha el tiempo y aprende a echar el bofe sin quejarte.
De modo que a la llegada perdimos medio día ¡había que recuperarlo! ¿recuperarlo he escrito? Bueno, tratar de que rindiera más. Andemos, pues. Caminemos. Paseemos. Y eso fue las primeras horas.
Qué bonito Hyde Park. Muy chulo Saint James. Oh, y Regent Park. Y ya chole de parks, ¿no? Fuimos a visitar a Chavela a su palacio, y aunque sí estaba, ni las narices asomó, igual estaba tomando el té... Caminamos. Caminamos como posesos. Horas y horas.
¿Quién se quejó? Realmente nadie, como no se tomen en cuenta los riñones, muslos, gemelos y espaldas, de lo demás nada. Hermosos niños, aguantaron todo, se hicieron fotos, se rieron, y sobre todo participaron, intentando comunicarse con el personal de todas razas que ocupa esa ciudad. Que esperar dos horas para cenar en Hard Rock café hasta valió la pena.

4. No dejar de leer NUNCA la letra pequeña.
El transporte estuvo chulo de bonito, camioneta única y de buen tamaño para todos (recordar por favor que eran dos grupos). La de llegada nos tuvo que esperar hasta que yo terminara mi conferencia de prensa donde los pasaportes, y luego de entregarnos en el hotel, en calidad de bultos, se piró sin que nos diéramos cuenta. Calculando que salíamos de Londres a las 10 y estábamos a una hora del aeropuerto, ingenuamente pensé que con tres horas de antelación estaba más que suficiente, es decir, recogernos a las 7 y llegar a las 8 a facturar. Favor de imaginarse la sorpresa cuando tocan a la puerta de la habitación y me informan que mi transporte ha llegado ¡a las 5 y media de la mañana! Y ni cómo quejarse, la letra pequeña decía, clarísimamente luego de verlo con lupa, que el transporte se presenta por ti cuatro horas y media antes de la salida... o sea. Y a correr, a levantar a todos los demás y salir sin haberse quitado las lagañas.

Así que, después de todo, el que me digan que 'conmigo hasta el fin del mundo' vale más que oro en paño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario