Fíjate que lo más fácil resulta ser decidir lo que no quieres, antes de lo que realmente quieres ¿por qué será? He llegado a la conclusión de que sólo unos pocos, igual y privilegiados, pueden hacer lo contrario. Y luego da mucho gusto conocer, tener cerca a alguien así.
Cuando mi hermanito dio la campanada y dijo 'nada de escuela', nosotros a su alrededor todavía creíamos que, aunque la letra con sangre no entra, sí que habían otras opciones menos desconsoladoras y a lo mejor hasta útiles, para que la inteligencia, que no brillaba por su ausencia, tuviera su momento y su lugar en un aula, con compañeros, maestros y todas las broncas y felicidades inherentes. Craso error. Efectivamente, él sabía que eso no lo quería, pero es que al mismo tiempo sabía clarísimo lo que sí.
See the picture, que cantaba la Cher: una de tutora de un elemento que más tardaba en traspasar las rejas de la entrada principal del colegio, que brincarse las del otro lado y tomar las de villadiego; ah, la de veces que me senté a hablar con el maestro Tello (¡el maestro Tello de la 92, sí!) para que le dieran 'otro chancecito, porfis-porfis'. Como muchas otras cosas, una formaba parte de esa escuela, en sentido general, en la que todos creemos que hay que seguir a rajatabla o no hay nada más que un nublado futuro. El pequeño, diminuto, enanito y mínimo detalle era que el susodicho no entraba en razón ni a la de tres.
¿Las cosas que pasaron en ese inter, mientras mi hermanito tomaba el camino que quería seguir? Esas ya las escribió Xavier Velasco, que lo sepas, y lo podrás leer si tienes la inmensa suerte de conseguir un ejemplar de ese libro que forma parte de su historia, y que dejó al apá y a uno que otro con la boca más que abierta... y que incluso hasta podría ser el mío, que misteriosamente desapareció de mi oficina un bonito día de verano. Yo lo que sé son de las veces que caminé con él, corrí detrás de las combis con él, esperé por él, hablé con él... y que no son pocas. En aquellos días sólo se soñaba con tener un cochecito, con no llegar muy tarde o demasiado temprano, con entender por qué a él le salían las cosas tan bonitas desde el primer intento y los demás iban más que rezagados...es que como no tenía la menor duda de lo que iba a hacer, allá fue mi apá a buscarle una guitarra acústica, sí, esa que cuelga en todas las paredes de todas las casas que han sido su hogar; y las sesiones maratonianas, eteeernas, donde mi apá y mi hermanote y servidora nos quedábamos idiotas viéndole tocar, una y otra vez, la más singular canción de la película Tommy; y ensayando por encima de las rolas, que se gastaban en vinilo hasta sonar cual aguacero de abril.
Dependiendo de la perspectiva, a veces parecía que las cosas corrían a velocidad desaforada, que desde aquellas sesiones Cherry-Manhattan se pasó en chinga a hacer Ruido Blanco o mostrar el Método del Ritmo (ensayos incluidos en la sala de la casa, gracias por participar); y que su medio cuerpo vestido en rojo escandaloso, con corbata finita, finita y los encrespados pelos alzados hacia los cielos, a todo color, aparecerían en un vinilo ¡todo un álbum, por las cenizas de mi padre!
Y el tiempo seguía corriendo, corriendo, teletransportándolo a él y a su singular ¿slang? ¿así se llama? al Séptimo Aire, a otra portada, a toquines en cualquier antro, que muchos había, buenos, malos, la mayoría regulares. Palomazos y paros muchos, pregúntale a Ricardo Ochoa o a la Botella...
¿Las cenizas de mi padre? Ah, es que es ex fumador...
Espera, que sigo: así conocí un estudio de grabación; entendí la labor de los inges de sonido y me confundí más con la de los managers; aprendí a valorar la chamba de un secre; de viajar a León en coche de lujo, todos apretados y a cinco horas de la tocada y llegar en menos de tres; o en autobús a Colima, en avión a Tijuana y San Luis Río Colorado y Mexicali, tres días-tres ciudades-tres. Cielos. De hoteles pato y más que pato con chinches que me dejaron como recuerdo un mes de baja por tifo y unas fiebres que pa'qué te cuento, a depas a todo lujo en los United. Camerinos con forma de baños y baños con forma de camerinos. Toneladas de gel. ¡Postizos! Caifanes. No Los Caifanes, por favor. Caifanes.
La puerta se estaba abriendo más ¿el Oso Pavón? ¿un cassette? ¿una estación de radio? ¿unos ejecutivos que ya le veían poderío y potencial al rock mexicano? (que no es que antes no se lo vieran, es que la opinión de los de antes no contaba para nada...). Mientras, mi hermanito y yo nos salíamos juntos por la mañana, tomábamos la combi hacia nuestros trabajos, yo me bajaba en Polanco, él seguía hasta la hermana república de Coyoacán, yo tecleaba en una de las primeras computadoras que hubo en Cablevisión la información de sus conciertos, para quien pudiera interesarse... luego, en la noche, molletes o sopa de tortilla del Vips con café y a casa, y a la mañana siguiente de nuevo, y la que seguía, y la que seguía otra vez igual. Pero no igual.
Dicen que si se dice tres veces se recuerda con detalle todo, a ver: Rockola, Rockotitlán, LUCC, Rock Stock, Satélite Rocks; Rockola, Rockotitlán, LUCC, Rock Stock, Satélite Rocks; Rockola, Rockotitlán, LUCC, Rock Stock, Satélite Rocks.
Uy, claro que había más, muchos más lugares. Pero ahí se reunía la familia, la sanguínea y la postiza. Los egos seguían en su sitio, gracias los dioses; ya luego bailarían al son de hormonas compuestas principalmente por talento, depósitos en el banco y la adoración de los fans (y al que diga que miento, que lance la siguiente mentira).
Y ahí estábamos en primera fila, ahora ya con la hermanita en edad de merecer -novio y nos cuantos rockanroles, como no-, tratadas como m'reinitas (que vip's ni qué nada, éso siempre me ha parecido harto mamón, sorry).
Que sí, que siempre me dio mucho gusto. Que fue una etapa absolutamente imborrable.
Y que no son veinte años después. O no para todos. O no en todo. Que la diferencia no fue nada más pasar de 200 oyentes, entre gorrones, desconocidos y empleados, a 20 mil almas cantando cada una con toda la voz y el corazón desafinados en el Palacio de los Deportes, o en el Wilthern, o en el Auditorio Nacional.
He ahí el dilema.
Mientras, y por si las moscas:
Rockola, Rockotitlán, LUCC, Rock Stock, Satélite Rocks,
Rockola, Rockotitlán, LUCC, Rock Stock, Satélite Rocks,
Rockola, Rockotitlán, LUCC, Rock Stock, Satélite Rocks.
miércoles, 9 de marzo de 2011
Ser o no ser... un Caifán.
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Mi libro "una banda nombrada caifanes" también desapareció, la primera vez que mi vida se cruzo con ellos fue en el tutti frutti, en lindavista, pero de las más memorables claro en el antiguo auditorio nacional con la maldita, y el blanquita que me dices?.
ResponderEliminarY no, yo no sentía admiración, lo que yo sentía era devoción, era mi religión, mi forma de vivir. y ahora haciendo el 3 de la memoria, lo que más me impactaba como ser puberto que era en aquel entonces, era la sencillez de tomarse una cerveza contigo después del toquín y hablarte como si te conocieran de toda la vida.
No, no solo son veinte años.