lunes, 6 de febrero de 2012

Análisis de choros, o síndrome de la desidia mañanera

A continuación se realiza, por petición unilateral y absoluta, un concienzudo y más que profundo análisis de verdades de la vida, tan grandes como una casa y tan insignificantes como una de las cientos de miles de motas de polvo que hay que limpiar cada condenado día en la misma casa. Y que conste que no es por ociosidad, que esa a veces sobra y viene bien, sino simplemente porque el nivel de identificación que servidora tiene con muchos de estos choros… casi resulta perturbador. Así que, sin más preámbulos, yo también

*-Odio que me despierten preguntando si estoy dormida.*
*-He tirado de la puerta cuando debía empujar.*
*-He utilizado alguna vez el celular (móvil) como linterna.*
*-Saco el mismo aparatito, miro la hora, lo guardo, y ¡ni pajolera idea de qué hora es!*

Sí. Sí. Sí. Y sí. La última vez que mi adorado tormento tuvo a bien preguntarme si aún dormía se ha perdido en el confín de los tiempos: la reacción tipo Hugh Jackman en Lobezno parece que fue suficientemente disuasoria. En la siguiente, es que el uso del presente perfecto como que queda ídem: me temo que continúo haciéndolo y sigo reaccionando casi igual, es decir, auto-llamándome stupid, aunque a mi favor diré que ya no quiero que la tierra me trague ¡hoy día me la repinpanpinfla, liro liro! Ah, y el teléfono con tantas funciones, que si androide, que si táctil, que si las aplicaciones y la madre del muerto ¡pero nunca con linterna! Así que por supuesto, algunos pasillos de eventos donde ya está a oscuras me ha alumbrado… Y lo de mirar la hora y luego pasar del tema, bueno, eso aplica a muchas otras cosas en realidad, por eso la respuesta es afirmativa.

*-Sí, a mí también me dan ganas de pedir un cuba libre al entrar a Berska.*

Mmmh… sí y no. Berska es una de esas tiendas hermanas menores de Zara, donde me parece que la intención es que termines comprando por agotamiento y con el cerebro totalmente hecho puré, donde la música es tan fuerte, tan repetitiva y cansina, que de verdad parece que estás entrando en cualquier bar. Pero es que no se distingue mucho de otras… y a mí, en lugar de buscar la barra, se me antoja más meterme en otro sitio, o a comprar botella o a tomarme un tequilita, pero no las dos cosas juntas.

*-Dije "¡trae, que tú no sabes!" Y yo tampoco supe.*

Oh, sí. Mi orgullo, al que en este texto llamaremos eufemísticamente ‘falta de memoria’ me impide dar una cifra aproximada, pero sí, oh, sí.

*-Pensé: El dinero no da la felicidad, pero yo prefiero llorar en un Ferrari…*

A ver, que no precisamente llorar en un Ferrari –tengo mucho gusto en verlos, pero nada más pensar el meter y tratar de acomodar mis eternas piernas en esos coches enanos, me da una claustrofobia en un estado bastante puro y lleno de incomodidad. El resultado más exacto sería, por ejemplo, en una hermosa camioneta o un 4x4 del año…

*-Yo tampoco distingo a Guti de su mujer.*

¿Y quién es Guti, preguntarán sus mercedes? Un futbolista, un rubiales de pelo lacio y más desgarbado que un plato de espagueti sin sal, que vive de jugar al fútbol y dar noticias a la prensa del corazón… pero que parece que a las niñas les gusta mucho. Buscarlo en Google, háganme el favor, y me darán la razón.

…y hasta aquí por ahora. En la próxima entrega, si la hay, a lo mejor y hasta empiezan los No. No lo sé. A lo mejor.

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