Lo había
dejado, según yo un rato, porque se me juntaron el sueño y las ganas de cocer
garbanzos, es decir, no hay excusa válida: sencillamente los días pasaron en
semanas, y yo tenía la cabeza en varios sitios a la vez, cosa por otro lado
bastante normal en las de mi sexo –al menos conozco a otras seis más, digo…
Pero ahora no
lo podía dejar pasar, porque además de aniversario del glorioso inicio de los
desvaríos unilaterales de servidora, es precisamente por el otro aniversario
que subo este pequeño homenaje, no a la causante de mis canas –eso será en
octubre-; no a la causante de mis desvelos –eso básicamente son los libros y la
tele los que me ponen en onda lechuza despistada; no a la depositaria de mis
esperanzas –cielos, mayormente ésa tiene forma de libreta de banco, por las
patas de mi cama. No. Hablo de Mi Vida. No mi vida. Mi Vida.
Y sí que me ha
sacado canas: su selectiva memoria para las obligaciones y los derechos no hace
sino recordarme que ¡igualita! era yo cuando tenía sus años…; vaya si me he
desvelado, porque aunque cuenta con tecnología punta al alcance de algún rincón
de sus enormes bolsos, el avión más bien se le va cuando tiene que avisar, y ya
ni hablemos de la alarma, uno de los inventos más desperdiciados en la historia
de la humanidad, por cuanto sólo despierta a los demás mientras ella duerme
como los benditos…; ni siquiera es porque no tenga esperanzas en ella: ella
misma es la esperanza. Es el sueño de cualquier madre bipolar, con esa
extraordinaria capacidad de convertir a una en un manojo de nervios e
inmediatamente después en un tonel de melcocha. Es la fortuna. La suerte. La
alegría que se perdió en las fronteras del “unhijismo”, siempre alerta, siempre llena de luz.
Hormonalmente un desmadre, pero ¿quién no ha pasado por eso?
Cumple 19 como
quien cumple 19. O sea, animando a la
que se desmorona, apapachando a la que se chiquea, alegrando a la tristona,
orientando a la despistada, enseñando a la que no se entera… mientras se coloca
en mi cama a pasar la noche porque no le apetece estar en la suya, o te
pregunta algo que ¡vive dios! Le puedes contestar con verdad y justicia. La que
canta las canciones que yo cantaba cuando eran recientes éxitos en la radio… la
que se pone mis zapatos –aunque no seamos la misma talla. Qué difícil es ahora
atinarle; pero nunca jamás dejaré de intentarlo, diga lo que diga.
Feliz
cumpleaños, niña mía, siempre niña mía, ya hace rato no-niña. Amaneces con el
mismo cuerpo y la misma mente, eres leal y generosa, divertida e insufrible,
cariñosa y chispeante. Sólo pediré poder estar ahí lo más posible para verte y
re-verte. Discutiremos, nos enfrentaremos, nos abrazaremos y todos los días,
mientras aquí estemos, así será. Te quiero, y lo mágico es que no sólo te
querré por el resto de mi vida, sino que te querré por el resto de la tuya.
Salud, Tana.
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