viernes, 31 de agosto de 2012

Otro más.


Lo había dejado, según yo un rato, porque se me juntaron el sueño y las ganas de cocer garbanzos, es decir, no hay excusa válida: sencillamente los días pasaron en semanas, y yo tenía la cabeza en varios sitios a la vez, cosa por otro lado bastante normal en las de mi sexo –al menos conozco a otras seis más, digo…

Pero ahora no lo podía dejar pasar, porque además de aniversario del glorioso inicio de los desvaríos unilaterales de servidora, es precisamente por el otro aniversario que subo este pequeño homenaje, no a la causante de mis canas –eso será en octubre-; no a la causante de mis desvelos –eso básicamente son los libros y la tele los que me ponen en onda lechuza despistada; no a la depositaria de mis esperanzas –cielos, mayormente ésa tiene forma de libreta de banco, por las patas de mi cama. No. Hablo de Mi Vida. No mi vida. Mi Vida.

Y sí que me ha sacado canas: su selectiva memoria para las obligaciones y los derechos no hace sino recordarme que ¡igualita! era yo cuando tenía sus años…; vaya si me he desvelado, porque aunque cuenta con tecnología punta al alcance de algún rincón de sus enormes bolsos, el avión más bien se le va cuando tiene que avisar, y ya ni hablemos de la alarma, uno de los inventos más desperdiciados en la historia de la humanidad, por cuanto sólo despierta a los demás mientras ella duerme como los benditos…; ni siquiera es porque no tenga esperanzas en ella: ella misma es la esperanza. Es el sueño de cualquier madre bipolar, con esa extraordinaria capacidad de convertir a una en un manojo de nervios e inmediatamente después en un tonel de melcocha. Es la fortuna. La suerte. La alegría que se perdió en las fronteras del “unhijismo”,  siempre alerta, siempre llena de luz. Hormonalmente un desmadre, pero ¿quién no ha pasado por eso?

Cumple 19 como quien cumple 19. O sea,  animando a la que se desmorona, apapachando a la que se chiquea, alegrando a la tristona, orientando a la despistada, enseñando a la que no se entera… mientras se coloca en mi cama a pasar la noche porque no le apetece estar en la suya, o te pregunta algo que ¡vive dios! Le puedes contestar con verdad y justicia. La que canta las canciones que yo cantaba cuando eran recientes éxitos en la radio… la que se pone mis zapatos –aunque no seamos la misma talla. Qué difícil es ahora atinarle; pero nunca jamás dejaré de intentarlo, diga lo que diga.

Feliz cumpleaños, niña mía, siempre niña mía, ya hace rato no-niña. Amaneces con el mismo cuerpo y la misma mente, eres leal y generosa, divertida e insufrible, cariñosa y chispeante. Sólo pediré poder estar ahí lo más posible para verte y re-verte. Discutiremos, nos enfrentaremos, nos abrazaremos y todos los días, mientras aquí estemos, así será. Te quiero, y lo mágico es que no sólo te querré por el resto de mi vida, sino que te querré por el resto de la tuya.

Salud, Tana.

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