martes, 24 de mayo de 2011

Más de México, ustedes perdonarán...

¡Pero qué bonito me encontré mi México en esas vacaciones que supieron a suspiro (grande, pero suspiro)! No, no voy a describir su terminal primermundista y a todo trapo, que hasta en los pasillos eternos te hace sentir que estás en importante ciudad. Y tampoco a los buses y trenes, verdes y rosas y rojos ellos, estrenados durante mi no tan efímera ausencia, que conectan la hermana república de Tlalnepantla con el mismísimo centro en menos de lo que canta una ópera completa cualquier gallo.

Es que ni siquiera el calor de la chifosca que tuvo a bien inundar todos los rincones, con esa humedad sospechosamente pegajosa, y que cuando descargó, no se anduvo con fregaderas. Que se inunde el depa de mi sweetie favorita no es que suene raro, es que como vive en un segundo piso y no tuvo que usar escafandra, pues eso, un caso para la araña –culpa del hielo, dicen los entendidos…

Fideos del Klein’s a las 10 de la mañana… ¿así o más reina…, of course?

Qué chamaco alucinante… tan listo, tan guapo, ¡tan grande! Era como ver pasar una garantía eterna de alegría con dos espadas de plástico. El master number one de Plantas contra Zombies…

¡Enchiladas! ¡Enfrijoladas! ¡Quesadillas fritas! ¡Huaraches y sopes! ¡Sopota! ¡Media hora de tacos de Neo! ¡Todos los molletes que había en 10 kilómetros a la redonda! ¡El mercadito de los domingos! Nápoles y Tlalne, cómo que no…

Todas las series subtituladas en la tele ¿por cable? Será…

Y el chamaco… haciendo unas coreografías del Hombre Araña ¡igualitas! Bueno, casi, si nada más porque no se le ocurrió echar babas en lugar de telarañas, que si no…

Que me volví un as del transporte público ¡quien me viera y quien me ve! Si nada más dependía de la ruta, que podías pasar de autobús que casi olía a nuevecito con chofer uniformado y encorbatado, a microbús destartalado con La Suavecita a todo volumen, como servidora normalmente les recordaba. Respirando hondo y agarrando bien fuerte el bolso…

Menú completo en la Casa Buena, allá en Pirules: fideos, tacos de pollo y mucho tequila. Sobre todo, la conversación y el cariñito ¡tanto cariñito, tan incondicional y lleno de paz!...

Con el chamaco: que si con quién está, que con queti, que cual queti, que que t’importa. O con Yoni, pues cual yoni, ah, yo-ni-sé. Y mucha risa loca. Mientras pasaban tooooodas las películas de Scooby Doo…

El Facebook, el nuevo causante de hasta ahora puras alegrías, que me trajo los recuerdos aquellos de cuando vivía para la música, el relajo y amores lejanos ¡y hasta me pagaban! En un Sanborns, por supuesto, con molletes, un ratito, pero qué gustazo, doña Glo…

Ay, el chamaco… pedorro como él solo… igual y se convirtió en su palabra… espero que su madre no me lo reproche, que él es muy listo y sabrá muy requetebién cuándo ocupar la palabreja…

Café con sabor a xipal, allá, donde el viento da la vuelta (aquí dirían donde Cristo dio las no sé cuántas voces), qué difícil es ponerse al día cuando todo el tiempo está pasando algo.

Y sí, me traje varias ausencias, unas que duelen mucho, otras que duelen menos, pero no pudo ser. Como dijo mi buen amigo Forrest Gump: “y eso es todo lo que tengo que decir al respecto.” Ya habrá más tiempo, lo sé, no sé dónde ni sé cuándo, pero saldrá y haremos efectivos esos abrazos, que sólo me los traje imaginados.

Luego más. Tanto hablar de comida ya me puso como león a las 2 de la tarde. Y caigo que yo soy la leona, por tanto debo procurar la comida para el comité.

Vengo al rato. Lo prometo. No quiero dejar pasar tanto tiempo.

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