Acabándose con una rapidez que marea esta temporada de calores infernales y noches respirando como caballo tras carrera, también se acaban las fiestas de todos los pueblos, todos los pueblos de esta España cañí, donde el representante más internacional, más conocido y reconocido se convierte, además, en epicentro de enconados enfrentamientos entre los que le quieren proteger y los que quieren proteger sus 'tradiciones'.
Y me van a perdonar bastante que ponga la palabra tradiciones entre comillas: que si bien es cierto que reconozco la gallardía paquetona de los toreros, nunca me ha hecho ninguna gracia la así llamada 'fiesta'... y si ahora el agregamos las variantes que aquí a nivel rupestre se manejan, me quedo alelada, boquiabierta y estupefacta, en ese orden, a ver: este es un negocio que maneja miles de millones de euros, dólares y pesos sobre todo. Da de comer a montones de familias y da un nivel de poder y riqueza a cualquier cantidad de impresentables. Por lo que tiene que ser complicado el quitarlo de la vida; mas no imposible, digo yo. Aquí se rasgan las camisas por los rumbos de Barcelona, porque se les acaba el veinte el año que entra, creo, o a más tardar en el 2012. Y mientras los aficionados lloran por los rincones, los anti-taurinos festejan y se lo pasan bomba, mientras tratan de quitarse con acetona los manchones que les quedaron en el cuerpo después de alguna de sus manifestaciones, en montón, desnudos y tirados en el suelo, cubiertos con sangre y con falsas banderillas pinchándoles el cuerpo. Bless them, que ganaron: que por las pocas veces que gana el toro, su trabajo no ha hecho más que comenzar.
¡Porque hay un chingo de plazas de toros que cerrar, un chingo de ganaderos que tendrán que buscar otro oficio para ellos y sus animales, montones de personas relacionadas con el tema que tendrán que buscarse las alubias en otro campo! Yo espero que lo consigan, porque si la otra opción es que salga el toro a cargarse a un torero, lo veo peliagudo... y éso, además, sólo es una parte del pastel. Porque aquí entran las ferias pueblerinas, que el personal espera con más ansiedad que el aguinaldo y que sirven, básicamente, para intentar movilizar un poco las economías de cada lugar, situando juegos mecánicos, bailongos y demás, a la espera de recibir no sólo a muchos turistas nada despistados, como a aquellos que en su momento huyeron del pueblo a la ciudad y sólo vuelven cuando no hay para pagar hotel en la playa -que al cabo que ahí está la casa de los abuelos-. Que es bueno para los bares, cafeterías, restaurantes, hostales, ya, ya. Y manteniendo sus ancestrales tradiciones, pues que eso también atrae al turista. Y si hay toros, mejor, ¿cómo no van a venir los japoneses o ingleses a ver qué carajos hacen con ese soberbio cuadrúpedo, si en sus propios países sólo los pueden ver en postal?
El 7 de julio se sueltan, todas las mañanas de una semana, un grupo de toros a recorrer la misma avenida que concluye en la plaza de toros, allá en Pamplona. Corren los toros y la adrenalina, pero también los estúpidos, unos borrachos y otros no, que sólo quieren participar sin saber bien claro por qué. Y los toros han ganado, varias veces, oh, sí; pero en general la sensación es que los pobres están desesperados por volver a sus heras, o al prado y pasar apaciblemente otro año, si no son elegidos para, ya saben, una magna fiesta con Ponce o Juli o whoever. De ese tipo de carreras hay varias, muchísimas en realidad, por toda España. Y lo raro es que no salga algún corneado, que no cornudo, que de esos no respondo. En el pueblo más cercano al mío, Arganda, las hubo hace una semana: ponen una especie de protección, que no son otra cosa que postes metálicos, con separación suficiente para que un humano pueda entrar en chinga si lo persigue el toro, o para salir y molestarlo cuando va pasando, muy funcional. Y hace una semana un toro, rezagado y seguramente alucinando en colores todo el ruido y los clamores, sin entender un carambas nada de nada, tuvo a bien cornear a una humana que sacó medio cuerpo de las protecciones esas y que ni lo vio venir. Mari Carmen, han dicho que se llamaba. 43 años. Aficionada. Y despistada, por decir lo menos. El toro la cogió por el cuello y no alcanzó ni a quejarse. Hay mucha pena, los vecinos lloran, el alcalde decreta días de duelo, y ya. ¿Y el toro? Al corral, supongo, no se vuelve a hablar de él. Porque hay que ir pensando en los festejos del próximo año, toros incluidos, por supuesto.
Hay fiestas mucho más salvajes, qué dijeron, nada más echarlos a correr, pues no: los llaman 'toros embolados' y trata de atar al animal a un poste, y ya inmovilizado, colocarle unas bolas en los cuernos, no sé si pegadas, clavadas o qué -mas no pregunto-, a las que les prenden fuego y luego lo sueltan a “corretear”. La gente vitorea, grita y se emociona, además de defender el hecho de que al toro “no le pasa nada”, “no le hacen daño”, dando por sentado que, al ser una tradición tan antigua como de hace más de 500 años, queda plenamente justificado que sólo es, como diríamos, un inocente juego para divertir al personal en sus fiestas. Igualito que el invento de Mr. Guillotine, diría yo. Preguntarle a María Antonieta.
¿Y si les dijera que hay otra igual de salvaje, de fumada y bestia, me lo creerían? Que la hay ¡la hay! Pasen y alucinen con la costumbre de ni sé qué pueblo de Valladolid, no me interesa saber el nombre, donde recrean, a caballo los que tienen y los que no, corriendo ¡o hasta en coche!, cómo se persigue a un toro por los campos aledaños ¡y se le ataca con varas, palos, lanzas y lo que halla! Eso sí, clementes como son, sólo lo hacen hasta que el bicho muere, que muerto ya no vale. La macabra representación se llevará a cabo mañana, día 14, y los telediarios sólo hacen notas presentando las opiniones del personal... ya se imaginarán las de los lugareños ¿no? ¡Si es que lo han catalogado de “Interés Turístico y/o cultural"! ¡la madre que los parió!
Y mientras no consigan que la ley lo prohíba, como acaba de pasar en Cataluña, pues nada, a prepararse para el año que sigue ¡que toros hay muchos, pero más lanzas y descerebrados que las usen!
No creo que consigan erradicar esto del país, sinceramente. Perderían tanto dinero, tantos turistas y por ende tantos trabajos, que no pasará. No les interesa. El toro está para la lidia, decía mi suegra, porque es noble y especial y porque no sirve para otra cosa; además, hija, ni siquiera le duele, que su dios la bendiga. Si ella opinaba así, favor de multiplicarlo por miles de cabecitas blancas y otras no tanto, que es cuestión de matemática pura. Tienen que salir las cuentas o qué. Servidora, mientras, para seudo-beneplácito de mi charro, festeja con vítores cuando el toro se cabrea y consigue desquitar su rabia contra esa retorcida manera de conservar las tradiciones. Y por lo mismo ya mejor ni mencionar las que conllevan cabras, patos, gallinas, ocas y vaquillas con saltos olímpicos desde campanarios de iglesia.
Una vergüenza.
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