jueves, 19 de diciembre de 2013

España: qué dolor. Qué pena.

Este es un país precioso que vive mayoritariamente del turismo, sobre todo de aquel de más arriba, ese que tiene amaneceres igual que aquí pero bajo cero. Así, recibiendo millones de personas y los correspondientes millones de euros, el turismo extranjero encontraba incluso pintoresco que aquí sólo se les hablara en español, que muy poquito se chapurreara inglés y que no interesara aprender otra lengua para comunicarse con ellos. Se adaptaban, pues, y ese gesto les honra aunque se comprende, porque venir aquí era barato, y encima se volvía a casa con un poquito de color –casi siempre rojo camarón- en mejillas y pecho.
Hace poco más de 15 años, la hija mía iniciaba su andadura escolar recibiendo un total de una hora de inglés… a la semana. Confieso que ignoro si se trataba de una ley, pero prácticamente todo era escrito en español, traducido al español y expresado en español. Pero te acostumbras. Igual que los turistas a aprender a expresar sus necesidades, que si no nadie se enteraba y te daban un café cuando lo que pedías eran toallas. Aun así, España está lleno de lenguajes co-oficiales con los consiguientes pleitos casi de vecindad, baratos y de mal gusto, para que el suyo sea más importante que el idioma oficial, llegando a extremos tan surrealistas como la existencia de patrullas de dos patas que vigilan que los comercios tengan en, como mínimo, dos lenguas su información al público. O los multan.
Como novedad para mí, acabo de ver en México letreros en todos los antros y restaurantes la leyenda de no prohibir la entrada en razón de raza, sexo, nacionalidad o creencias. Mucho me sorprendió porque siempre me había parecido obvio, y que ahora lo tengan que anunciar para que la gente sepa a las claras que no son homófobos o xenófobos, bueno, abre más comentario si cabe. Si te tienen que avisar es porque ya lo hacen como que diario, y eso es vergonzoso. Aunque también es cierto que casi no he visto letreros así en España, y tampoco he visto a familias musulmanas comiendo en un restaurante chino y viceversa, No me consta si interactúan, y nunca he trabajado con nadie de esas nacionalidades, por ejemplo. Pero viven aquí, estudian aquí, y creo que sobre todo trabajan aquí.
España no tiene petróleo, pero tiene políticos. Nada que sea sustancialmente distinto que en muchos otros países. Pero ahora sus abusos, robos y descaradas actuaciones se ponen a la vista de todos y eso también da mucha vergüenza. Vamos, que la corrupción será igual que en otros sitios, y la diferencia será ahora que los están balconeando, a ver si de verdad consiguen que paguen por sus barbaridades.

Mientras, este hermoso país, donde por ley debes reciclar o si te cachan –que pueden, porque podrían investigar tu basura- te multan desde 300 hasta 6 mil euros, seguirán tirando del turismo porque de otro modo… nos cargan los payasos. Franco y magnífico horizonte a los que se nos da bien otra lengua.

jueves, 31 de octubre de 2013

Un montón de años

Acabo de cumplir un montón de años. Cuando veo a Tom Hanks delgado o a John Travolta hermoso, sé de cierto que han pasado un montón de años. Y aunque todavía me sorprende una buena sesión de fuegos artificiales (de los del cielo y de los otros, a ver), igual que cuando iba a la escuela, el caso es que los cambios de humor y carácter son más obvios… y a veces más difíciles de controlar.
Que sí, que sigo llorando con las mismas películas y con el mismo sentimiento que cuando las vi por vez primera, allá en el siglo pasado… y que sigo sintiendo coraje por dar vueltas como mayate en el coche porque soy incapaz de encontrar la calle que busco… y sigo pensando que mi voto vale tanto como el del presidente de donde sea… y que jamás, mientras me queden fuerzas, tenderé mi cama…
Ahora soy una robusta (por cortesía mayormente de la menopausia, qué le vamos a hacer) y diabética (por cortesía de… cielos, de casi todo) chicuela que le huye a los tacones de vértigo; que sigue insultando desde el coche a todos los babas alrededor. Quiero con locura a mi gato, aunque bien sé que sólo soy parte de su personal staff; y sigo tomando decisiones y bailando en los supermercados si me tocan una canción de los ochenta. Sigo coleccionando a san Stephen King, aunque los últimos sólo los lea una vez…
Y cuando cada octubre que pasa la gente me dice que qué chido, qué bueno, yo me prometo que haré más cosas, que estaré más cerca, vamos, que llamaré… y luego me aflora la verdadera yo y se pasan las horas que se convierten en días, y en semanas, y eso. Y aun así me quieren. ¿Qué les puedo yo decir que sea sinónimo del consabido y resabido gracias? Me quedo incluso sin esa palabra cuando oigo o leo lo que me dice mi primogénita-unigénita; o cuando el personal me aclara con todas sus letras que aun a la distancia –y sobre todo al tiempo-, sigo estando presente. Sobre todo cuando primero me echan la bronca por no llamar nunca y luego me dicen cuánto me quieren…
Pues yo también los quiero mucho. Les tengo a todos en mi corazón. Y no tengo palabras para expresar eso. Serio. Pero lo intento. Lo seguiré intentando.



lunes, 11 de marzo de 2013

Marzo


Este, del 2013. Porque resulta que son un montón de años que se vienen juntando, y yo nunca los había juntado. Que pierdo la cabeza, va a ser eso… que soy como soy, pues también. La sorpresa es reconocer así de golpe la fortuna de tener a estas personas a mi lado, a pesar precisamente de eso, de ser como en algunas cosas soy.

Pasten es mi amiga. Eso lo primero. Nos conocimos cuando andaba yo intentando hacerme la valiente sin mucho esfuerzo, y tragando camote porque me estaba tocando no temporada de patos, no temporada de conejos, sino de vacas anémicas; su puerta al lado de la mía fue mucho más que eso. Porque somos muy distintas y a la vez nos parecemos en tantas cosas… o sea, a ella no se le olvidaría mi cumpleaños y a mí sí el suyo. Y aun así, me sigue queriendo un chorro ¿cómo agradecer tanto cariñito? Un caso para la araña –eso, no que ella siga siendo mi amiga…

Oh, Juleo, Juleo, donde estás que no te veo… incontables las noches de tequila y cháchara, y tardes puntuales donde los secretos seguían siendo eso, secretos, pero sólo entre nosotros dos. Excursiones al más allá y regresos con una bendición sincera… demasiadas cosas que no caben aquí, y no cabrían en ningún lado. Me ha prestado a su mamá por más tiempo del que me acuerdo y nunca le he dicho gracias… aunque también sé que no hace falta. Y claro, va y nace también en marzo.

¿Y cómo llegó Rosi a mi vida? ¿Acá, a 10 mil kilómetros de mi vida conocida? Pues caída del cielo, cómo va a ser… es una amiga mañanera, intensa y divertida, hermosa por dentro y por fuera, de esas que dejas de ver y cuando retomas parece que no ha pasado ni media hora. Que te dice tus verdades, y nunca tus mentiras. Y sí, adivinaron bien, también llegó al mundo –en este caso arza y olé- en el tercer mes del año…

Más regalos en mi mes favorito. Espinosa, traducido del diccionario amigas para siempre como la que está ahí. Compañera infatigable del rock and roll de purititos años ochenta, dueña de los ojos más verdes que te miran con tanto cariño que te puedes derretir. Hermana, amiga, tía. Hasta cosas como ver una peli de terror –con lo que las odia- no hace sino acercarnos más…

Y hay más. Mi hermanita nació en enero, pero ¿cómo iba a quedarse fuera?  Y trajo a la joya de la corona, una supuesta gastroenteritis que luego pesó más de 3 kilos y con el tino suficiente para dejar loco de amor al personal.  Una personita que infunde fuerzas y confianza en que no todo puede ser tan malo, nada tiene que salir tan de la fregada, todo se puede solucionar si tiene a bien echarse un par de carcajadas y soltar espadazos a diestro y siniestro… ¡Es mi chamaco! Y sí, también llegó en este mes. Cuánto lamento perderme todo lo que me pierdo, pero cuánto disfruto imaginándome todo lo que me imagino…

Y mi hermanito, cuya onomástica ha sido festejada con pasteles, globos y payasos; con regalos escondidos por toda la casa; con uso total de cuanta tecnología ayude si no estamos cerca; carnalito, cúmplelos como corresponde: riendo, bebiendo, comiendo y llorando también si así te da la gana. Yo estoy acá abrazándote en secreto y en público, festejándome también porque puedo festejarte a ti, aunque sea con letras y números y con besos virtuales rociados de una estupenda leche con café y galletas y un pinchazo en el ombligo. Con besos que traspasan el tiempo y que se juntan con todos aquellos que te pude dar en directo junto a vinilos, cds, dat y mp3... cariño entre toquines, conciertos. Besos de hechizada y mi bella genio, más la hora de los osmond y VM que todo tenía cuando tenía… Nunca fueron suficientes agentes fantasma en nuestra vida…
Que viva marzo, pues. 

martes, 22 de enero de 2013

De la mala suerte. O tener que volar con Air France.

Aun sabiendo que te pasarás casi medio día volando, corriendo entre aeropuertos y caminando entre sus interminables pasillos, una no puede menos que maravillarse –o al menos hasta hace unas semanas- de la sensación de irse por ahí en un avión.

Aquí el problema parte de la aerolínea que escojas… ¿escojas, he escrito? Qué va. Para nada. Una hace su reserva y se acoge a todos los santos del calendario que haya hecho una buena elección. Primer fallo: elegí a la aerolínea danesa, pero no era por esa sino la que para en París, ciudad preciosa de país precioso, y que será todavía más maravillosa cuando no haya ningún francés pisando sus suelos, en fin… y aquí va el telegrama-reporte correspondiente:

-          Salimos tarde, media hora. Nada del otro jueves si no fuera porque sólo había una hora escasa para hacer migración y cambiar de avión en París. La ley de Murphy indica además que nos tocará –y nos tocó- la última puerta del último pasillo de la última letra del Charles de Gaulle.

-          Ellos no hablan inglés. O no quieren. O hablan y no quieren.  O quieren y no saben. No sé.

-          Escena 1: mexicanas cansadas y corriendo llegan a puerta de embarque, las recibe francés ¡precioso! y les informa –en francés- no sé qué y señala la maleta. Mexicana pregunta en inglés si le entiende y hermosa criatura contesta que no. ¿Español? Tampoco. ¿Y entonces? Hasta que viene otro chato, no tan hermoso, y chapurreando informa que hay que facturar lo de mano…

-          Escena 2: mexicanas instaladas en sus asientos de fila 3422 a la hora de la comida. ¿Alguien había olido a pescado en un avión? ¡Este sí, mil veces sí! Mexicana de más edad y otros se sienten fatal del estómago… ¡pero hay pollo también, vivan los milagros! Llega la bandeja… y es de pescado. Mexicanita explica en inglés que cero pescado aquí, por favor, y la azafata ¿sorpresa? no habla inglés. Traen a otro chato. El único, por lo visto, que lo habla. Sorry, ya no hay pollo. Ni un pollo en el avión. Mexicana tomará dos cenas si le parece bien…

-          Escena 3: por un lapso de 7 horas, los azafatos y azafatas se esfuman en la dimensión desconocida ¡no se les ve el pelo! ¿Quieres beber algo? Te levantas y vas. ¿O comer? Sólo galletitas. La fila hubiera dado la vuelta a la esquina si hubiera habido esquinas. ¿Una toallita húmeda? Eso es del jurásico. Hala, a ver la tele y dormir la mona, no molestar al personal…

-          Escena 4: 10 horas después, mexicanas buscando sus maletas, que salen juntas por el carrusel… seguidas por las ruedas de una de ellas. Se levanta un reporte –en español, ¡por fin!- y se aclara que se repondrá la maleta, pero en el destino final.

Y eso a la ida. La vuelta sólo puede ser clasificada de surrealista.

-          Escena 1: mexicanas traspasando un kilo, un kilo de yo-que-sé-qué de una maleta a otra. O eso o pagar 80 dólares. Cielos.

-          Escena 2: pero como igual hubo que pagar maleta extra, el numerito sucedió en ese mostrador, cuando la empleada informó a la usuaria delate mío que el importe era de 116 dólares. Y como la usuaria no hablaba español, la empleada, diligentemente, lo que hizo fue ¡deletréarselo lentamente en volumen 10! Oh, sí: “Cieento-dieci-seis-dóoolares”. Madremíadelamorhermoso…

-          Escena 3: sentadas y contentas, listas para lo que seguía… oh, felicidad, estas azafatas y azafatos sí hablaban inglés ¡vive la France!... Pues no. Justo en mi asiento no sirvió la pantalla. Lo único bueno fue que –en inglés- me ofrecieron otro asiento para poder ver alguna película… Y bueno, sí, hubo pollo con pasta sabor chipotle para comer…

De verdad, nada de mala sangre contra la aerolínea francesa. Son en realidad los franceses los que me sacan de mis casillas. Pero ya no digo más, no sea que la siguiente vez me vuelva a tocar y me vaya bastante peor. Y dentro de todo, nosotras sí llegamos completas a nuestros destinos, aunque con esa triste sensación de que ya se acabó, para siempre, ese placer que era volar.

Luego más. Hay mucho más.