De entre los montones de palabras que te describen, compartimos unas pocas. Y no porque te lleve diez años, que te los llevo, sino por todo lo contrario: es que ya se volvió atemporal.
Nanny, los porros. Hubo luces y sombras ¿a que sí? Decenas de aventuras divertidas con final feliz, otras con unos no tanto y de las que pa’qué mencionar, que escaldan. También empezaba el rock and roll. Y luego vino la distancia física, porque había que seguir eligiendo. Mientras el avión despegaba, que lo sepas, recordaba yo cómo te habrían azotado con un listón, como se ponía Adrián cuando lo cargabas, como llenabas de corazones los LP de Menudo ¡y por el más feo, decía yo! Chayanne en el Premier, uy, Vicente Fernández ¿así o más ecléctica ella? Minifaldas que más parecían cinturones anchos, que había que enseñar el chamorrazo… ¿Los Vázquez? ¿Los Mier? ¡Miguel Mateos! Rigo Tovar, por las patas de mi cama. O aquella noche en la presentación de Mecano, enseñando los displays, que ya ibas para mascota oficial de todos los lobos de ventas…
De aquél vestido rosa fuerte de quinceañera al blanco total, pasando siempre por tacones altísimos y un visceral rechazo a salir, aunque sólo fuera a la esquina, si no estabas convenientemente ataviada. Lavabas la ropa de tus muñecas, hacías la tarea sin que te lo dijeran y siempre llevaste lo que de ti se esperaba. Incluso cuando tuviste que hacer tú sola la identificación.
Tiene unos pocos de problemas. Siempre me admiró tu manera de cuadrar los tiempos: cómo eras capaz de saltarte a la torera las clases por el novio y salir triunfante de la escuela ¡si es que te hacían los mandados! Y te enamorabas locamente, ciegamente y defendías con uñas y dientes lo que era tuyo. La vida no te regaló lo que querías, pero igual y sí te dio lo que necesitabas: te han amado mucho, y mucho más has amado tú. Y ya todo se vuelve un recuerdo amable, porque el presente y el futuro los tienes llenos con la presencia de tu nuevo, tu único, tu auténtico amo y señor que no levanta poco más de un metro y sin embargo te robó el corazón como nadie antes y nadie jamás.
Es molesto. Y no es que precisamente haya sido un reencuentro, tú y yo: es que nos tocaba en ese momento. Entre “temitas” y bailongos en Insurgentes Sur, comparsa en los velatorios –sí, los Schacht lo saben, la familia de Mario también-, y llamadas diarias, interminables, sencillas y a la vez complicadas, donde nunca acabábamos de ponernos al día. Eso lo extraño mucho. Regalos para todas. Carne a la mexicana. Pollo en chipotle y queso amarillo.
Por favor, sigue cumpliendo. No me quites el gusto de decirte cuánto te quiero, aunque no te lo diga tanto como debería. Cuídate, sí. Y sigue cuidando de todos. Que yo donde vaya te llevo conmigo.
lunes, 16 de enero de 2012
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