martes, 9 de noviembre de 2010

Rock en mi idioma

Para cuando mi mundo mundial –es decir, mi colonia, mi ciudad y luego mi país- vino a soltar expresiones como: ‘¿Conoces a Charly García? Buenísimo!!!!”; “Estos, los de Soda Estereo…”, ‘Nene-ne ¿qué vas a hacer, cuando seas grande?’, por mi casa ya habían pasado en el orden correspondiente y a todo volumen prácticamente todas las rolas de Sui Géneris, más el orden correcto (y no el que se sacó la manga la disquera) de Cerati y compañía. Ellos y muchos más, conformándose de hecho un santoral donde Fito Páez pasaría a ser una versión decente y extraordinaria del Papa para mi hermanito, y los soda para servidora, doble si puede ser.
Eran tiempos de continuar con la rebeldía, y la moda tanto en la ropa como en las costumbres desvariaba en todas direcciones, llenando las hombreras de kilos de relleno, los cabellos de toneladas de gel. Que sí, pues, que los que hablaban español tarareaban a los embotellados de origen Mecano y Alaska (el día y la noche en cuanto a éxitos, todo hay que decirlo) mientras que el México más ¿juvenil? ¿despistado? ¿fácil de convencer? se embobaba con Flans, Fresas con Crema y veían despegar a Luis Miguel. Pero digo yo que está muy bien: si es que tiene que haber de todo en este mundo ¿no?; hubo un tiempo en que yo sólo escuchaba música en inglés –cosa que ninguna de las amigas hacía, mucho me temo-, y luego tuve un periodo oscuro –y recalco oscuro, porque nadie debía enterarse, a ver- donde ponía la XEDF y otras donde sonaban… donde sonaban… cielos, Manoella Torres o Estelita Núñez, que ya no puedo mencionar más.
Ya. Ya lo he dicho. Avancemos en el desvarío.
Retomar el asunto de música en español se demoró hasta entrados los ochenta, cuando por ni se sabe qué vez la industria del disco volvió sus ávidos ojos hacia los grupos que intentaban, tampoco se sabe el número de ocasiones, demostrar que sí que valían la pena. Así que a la vez que conocíamos a Van Halen y las glorias solistas de San Sting, la Rockola de los Kerygma empezaba su andadura. Y vaya si lo era, que estaban ubicados allá donde Villa perdió los huaraches, Coyoacán para más señas.
Así que era natural que empezaran a proliferar como hongos, hasta debajo de las piedras, grupos de todos los tones, sones y canciones, es que vivíamos mezclados con el punk, el rock, el heavy metal y la fresez, perdonando el palabro. Argentina nos llevaba mucho la delantera, de modo que era natural que García o Mateos y todos los demás, invariablemente llegaran y se apoderaran de la escena. Gracias a los dioses que la respuesta azteca fue de igual o mejor calibre. Si sólo era cuestión de tiempo…
El personal se volvió una piña, todos para todos sin mala onda, todos echándose la mano, los que ya tenían suficiente antigüedad como para pensar en una honrosa jubilación y los recién llegados. De nuevo, sólo era cuestión de tiempo para que, de abrirle conciertos a Mateos allá en el Toreo, remember? pasaran a volverse estelares, con contratos y giras y promociones y merchandising. Salían en todos los espacios de aquel esbozo de noticiario ECO, y tenían que aguantar los esperpentos verbales, auténticas burradas coronadas de ignorancia de Talina, la Veros, el Gallo, el Stanley, y encima en muchos casos haciendo playback.
Vendrían los estadios llenos, la incapacidad de caminar tranquilamente por la calle, las entrevistas a deshoras y desdías con otros países ansiosos por conocer qué los había inspirado tanto, los viajes, las vacas gordas, asquerosamente gordas para muchos.
Y aparte de la Rockola, también teníamos el Rockotitlán, y luego el Rock Stock…sinceramente, me declaro absolutamente incapaz de escribir todos los nombres, todos los que, de Jalisco, Santa María la Ribera, Tlalnepantla o San Ángel pasaron a formar parte de ese espectáculo deslumbrante de músicos talentosos haciendo lo que les gustaba ¡y cobrando! con clubes de fans e incondicionales, en realidad sólo quería recordarlos un poquito en grupo, en montón y me temo que bastante revueltos, porque me apetecía mucho escucharlos de nuevo y mirarlos con los ojos cerrados.
Supongo que me dio mucha tristeza saber que Mr. Keller ya no está entre nosotros… será eso.

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