La jugada magistral no es aquella que se planea al detalle desde la nada y que luego resulta un éxito clamoroso ¡qué va! Digo yo que está -o debiera estar, vale- científicamente comprobado que el nivel de responsabilidad en dichos sucesos es directamente proporcional a la cantidad de azar, fortuna, destino, casualidad y anexos que intervienen en/para/con el mencionado evento; algo así como que no hay nada escrito y que lo que tiene que pasar, pasará. O no. O sí. O no se sabe.
Un ejemplo sencillito: yo sólo tenía claro que quería para mi primogénita un colegio privado, cerca de casa, no muy grande y a ser posible no tan caro. Con esos objetivos en mente empecé por descartar al primero, básicamente porque aunque casi se necesitara un carrito de golf para recorrerlo y una cuenta bancaria de artista de primera o jefe de cartel para cubrir las cuotas pues nada, ni estaban tan guapas las instalaciones. Luego salí corriendo del siguiente, tras una entrevista en el patio, muy pequeño, en los bajos del edificio; vamos, que el hecho de que no recibiera casi sol no fue gran obstáculo como la humana -monja no- que me atendió, sentadas las dos bajo una placa con frases sacadas del gran libro de los pecados, y pareciendo ella algo así como la jefa editorial de tan devota empresa -la de la biblia, no de la escuela. De ahí ni los uniformes alcancé a ver, pero me los pude imaginar-. Piernas pa'qué las quiero.
El recorrido siguió varios días, mientras la fecha clave se acercaba a trompicones. Exigían que mi bodoque fuera bilingüe... que leyera, escribiera, sumara y multiplicara... además de una traducción precisa de sus notas procedentes de España, que acá funcionaban con letras y había que buscar la interpretación más abajito, además de coger paciencia para explicar, una y otra vez, que en España no leen ni escriben hasta los 7 años. A saber la cantidad de colegios que recorrí, sola y con la chamaca, a quien todo le gustaba y luego ya no tanto (fiú en muchos casos); faltando 8 días para el inicio del curso, a punto de tirar la toalla por agotamiento, nada menos que en el boliche la compañera de mesa va y me recomienda la pequeña, encantadora, no muy cara y cercana escuela donde iba su hija. Más rápido que las ganas de cambiarle a una peli de Resortes me aparecí el lunes... y me quedé pasmada de gusto. Pequeña, construida como un pequeño pueblo, con un patio sencillo, un pequeño teatro al fondo y un área más que infantil, de vivos colores... la había encontrado.
Y también las encontré a ellas. Mi hija y ellas se fascinaron mutuamente. La mía, porque esos habladitos medio gachupines y su -ya conocido y natural- desparpajo les sedujo, y ellas porque aman con sincera devoción a los niños, y a todos los consideran como suyos. Se hizo la ecuación y ahí empezó otra etapa mágica, esta vez para las dos a la vez (simultáneamente, juntos y together, diría mi apá). Nada ni remotamente parecido a mi experiencia de dos años en colegio público de Madrid. Ni a los años que yo trabajé en colegios varios, siendo la oficial Miss Lula de inglés. ¡Todo era divertido! ¡Todo tenía un fin que iba más allá de desquitar la colegiatura con tardes enteras de tareas y trabajos, y trabajos y tareas! ¡Nunca había visto juntas de padres de familia tan numerosas y tan participativas! Nunca -hasta ahora- me había sentido tan acogida y apoyada en mi situación, tan tranquila en cuanto al desarrollo académico de mi bienamada escuincla.
Y un día me encuentro un letrero en la puerta, donde solicitan actrices, sin preferencia alguna, para participar en la obra anual que con motivo del día del niño la escuela presenta, dedicada al alumnado y actuada por... las mamás. Hice el casting (vamos, que fui a la junta) con curiosidad más que todo y salí convertida, sin deberla ni temerla, en la/el co-protagonista de la nueva versión de Blancanieves. Pues eso, aprovechando el dejo también gachupín que me cargo y que me invade al ratito de andar entre ellos, quedé designada como el amante príncipe de la Blanquis... y ni como escaparse . No de ellas, de ese grupo de chicas Xipal que me aceptó desde el principio, sino del pánico escénico, incluido baile final con rola de Robbie Williams.
La obra fue un éxito -como siempre había sido, debo aclarar. El personal adulto aceptaba los dobles sentidos, las babosadas y los 'efectos especiales', y el público infantil adoraba lo que entendía, oséase los pequeños la visión de disfraces y demás parafernalia (ah, mi brioso corcel, compuesto por un patín del diablo con una cabeza caballuna de tela), y los mayorcitos festejando todas las barbaridades y gazapos que soltábamos. Me gané el premio de sentirme a gusto, desinhibida y acoplada. Sobre todo me gané una banda de amigas alucinante.
No, no son un grupo de madres alocadas que se aburren y andan viendo qué pueden hacer; ni un grupo de madres que andan viendo qué pueden hacer y se vuelven alocadas; fue sencillamente que un gran sentido del humor y del compañerismo aterrizó y las unió a todas, y yo entré en él con total sencillez, sin adornos de ningún tipo. Había confianza para hablar de todo, siempre había tiempo para hacer algo por alguien. Y el permiso del colegio para hacer las burradas anuales que servían, además, como desahogo para muchas otras cosas. Y aunque siguieron haciendo casting, año tras año, y nuevos rostros aparecían en escena, ese grupo exclusivo, ese petite comité, convocaba los mejores desayunos, las mejores fiestas de cumpleaños, ¡hasta el baby shower de mi hermanita!, y por supuesto, las mejores obras. Porque nunca nadie, en los anales de la historia del teatro en México, podrá superar el éxito rotundo, absoluto, total, inenarrable e inolvidable de Shrek y ese increíble elenco, adaptación libre y desmadrosa de la guionista oficial -y estelar de la obra-; o de la madre de todas las Galletas; del lord más vanidoso; del burro más alburero y divertido; de un Robin Hood que entraba en escena con una vuelta de carro ¡alucinante! seguida de sus secuaces; una Bella tan Bellita que, además, ponía la coreografía para el GRAN baile final, ese año con la música original; del vestuario tan cuidado y detallado, cortesía de las hábiles manos de otra gran eximia y permanente actriz/mamá; ah, de los efectos de sonido, producción sin par del más grande músico que ha habido por la colonia -sí, pues: mi hermanito-. ¡Y las misses! Conchita, Marité, Miss Claudia y todas las demás, nada hubiera salido tan sensacional sin su apoyo. ¿Total de representaciones? Creo que cuatro -cuando normalmente sólo era una, quizá dos-. ¿Premios recibidos? Todos, empezando por los alumnos más pequeños hasta aquellos viejitos del asilo donde fuimos a dar la función. Y aplicando los mismos principios, desfilaron cada año, para los niños pero, sinceramente, para nosotras, la escuelita del Chavo, la Era del Hielo, Toy Story, Lilo y Stich... memorables momentos de la escena, sí que sí. ¿Alguien que los suba a Youtube?
Sobre todo las risas ¡los inacabables ensayos!, los albures, los atrezzos, las noticias, ¡la asaltaron cuando fue por las coca colas!; el salón donde nos transformábamos... la gran comida de festejo final, si hasta diploma nos dio la escuela. Porque se pintaban solas para hacer que cada evento fuera especial, siempre. Y lo digo fuerte y claro: ¡las mías fueron las mejores! Con la pena... pero entre que eran comidas y no desayunos (yo ya trabajaba), que siempre estaban todas... Los bazares navideños; las misas de Día de la Madre; las mudanzas, el juego de las preguntas...¡el mejor fin de semana de pura vieja en Tequisquiapan, alucinante! Insisto: he sido afortunada. Ellas, desde luego, siempre han estado al pie del cañón.
Hoy sólo quería que constara en actas. Somos unas chicas Xipal y aunque los chamacos ya anden semi preparatorianos, siempre lo seremos. Miri, Lord, Galle, Gaby, Martita, Tere, Bella, Laura Mc, Moni, Emi, Blancanieves, Susi ¡salud con un gran tequila!
viernes, 14 de mayo de 2010
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Hola, soy una participante indirecta de estos recuerdos, me perdí muchas de esas cosas por el condenado trabajo, como los ensayos y los muchos desayunos, pero participé en lo que podía como alguna que otra escenografía o ayuda con el maquillaje y el vestuario a la hora de la verdad. Leer esto me ha hecho recordar una de las mejores y más divertidas etapas de mi vida y eso hay que agradecerlo, así que muchas gracias y espero que sigas escribiendo. Besos para todos los de por allá y ánimo para tí. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMaravilloso, como siempre. Increíbles e imborrables recuerdos, gracias por revivirlos.
ResponderEliminarBesos y un fuerte abrazo amiga.